Aquella mañana me había despertado bastante tarde para ir al instituto. Me duché, me vestí con lo primero que pillé del armario; unos vaqueros preciosos que me compró tía Alice y una camiseta blanca que hacía resaltar más mi cabello rojizo.
Miré por la ventana y hoy hacía muy buen tiempo, los rayos de sol habían vencido a las nubes y por supuesto aquel día no podía ir al instituto, ya que mi piel también brillaba aunque en menos intensidad que a mi familia, pero aún así era un riesgo que papá y mamá no querían correr.
Me tiré en el sofá mientras cogía una revista de moda de tia Alice y la ojeé esperando que viniera alguien de mi familia. La gargante me ardía un poco, eso era porque necesitaba beber sangre, no me gustaba la comida humana; sonreí por ello al recordar los días en la cafetería del instituto donde tenía que hacer que comía algo para no levantar sospecha alguna.